sábado, 1 de junio de 2024

"Donde sonó una risa", poema de Rafael Guillén





DONDE SONÓ UNA RISA  


Donde sonó una risa, en el recinto

del aire, en los pasillos transparentes

del aire donde, un día

sonó una risa azul, tal vez dorada,

queda por siempre un hueco, un lienzo triste,

un muro acribillado, un arco roto,

algo como el desgaire de una mano

cansada, como un trozo

de madera podrida en una playa.


Donde saltó la vida y luego nada

echó a rodar, y luego nada, queda

una cama deshecha,

un cuarto clausurado, un portón viejo

en el vacío, algo

como un andén cubierto por la arena;

queda por siempre el hueco

que deja un estampido por el bosque.


De bruces, husmeando, rastreando

unas huellas, tirando

del hilo de un perfume,

penetra el corazón por galerías

que un latido de sangre subterránea

horadó alguna vez y allí quedaron.

Y que allí permanecen con su húmeda

oscuridad de tigres en acecho.

Penetra el corazón a tientas, llama

y su misma llamada lo sepulta.


Donde sonó una risa, una vidriera,

una delgada lámina de espacio

estalló lentamente. Y no es posible

poner de nuevo en orden tanta ruina.


Un nuevo aliento merodea. Llegan

otros sonidos hasta el borde y piden

su momento para existir. Afluyen

nuevas formas de vida

que al final toman cuerpo y se acomodan.

Pero el tiempo ya es otro y el espacio

ya es otro y no es posible

revivir lo que el tiempo desordena.


En la cresta del agua o de la espuma

donde una risa naufragó, ya nada

podrá buscar, hundirse, hallar los restos,

nadie podrá decir: éste es el sitio.

El mar no tiene sitios y sus cimas

son instantes de brillo y se disuelven.


Pero quedan los huecos, queda el tiempo.

El tiempo es un conjunto

de irrellenables huecos sucesivos.

Donde sonó una risa queda un hueco,

un coágulo de nada, una lejana

polvareda que fue,

que ya no está, pero que sigue hablando,

diciendo al alma que, en alguna parte

algo cruzó al galope y se ha perdido.


(Rafael Guillén)


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