miércoles, 21 de agosto de 2024

"Hay un hombre en la orilla", poema de Basilio Sánchez

Hay un hombre en la orilla La luz se va ensanchando sobre una oscuridad disminuida. Ahora el aire celebra la amplitud de las salas, la altura de los techos, la piedad silenciosa de las lámparas. El mar, desprevenido, deja escapar las aves que se ocultan en un pliegue de luz. Para guardar el sueño, para sentir un poco de esa vida que no está en la mirada, sino en sus intersticios, mi mano sobre el agua deja un rastro que sólo es accesible al pensamiento. Hay un hombre en la orilla susurrando palabras que no alcanzan apenas el borde de sus labios. Hay un hombre en la playa humanizado por su fragilidad, por las mareas. (Basilio Sánchez) Canción: música y voz: Pablo Guerrero

miércoles, 7 de agosto de 2024

Poesía Vertical, 24, poema de Roberto Juarroz

 



POEMA VERTICAL NÚMERO 24

Darlo todo por perdido.
Allí comienza lo abierto.

Entonces cualquier paso
puede ser el primero.

O cualquier gesto logra
sumar todos los gestos.

Darlo todo por perdido
Dejar que se abran solas
las puertas que faltan.

O mejor:
dejar que no se abran.

Roberto Juarroz (1925-1995)


martes, 18 de junio de 2024

El laberinto, poema de Jorge Luis Borges



Este es el laberinto de Creta. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro. Este es el laberinto de Creta cuyo laberinto fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos. Este es el laberinto de Creta cuyo laberinto fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos en aquella mañana y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro laberinto.

(Jorge Luis Borges)


 

lunes, 17 de junio de 2024

"Pájaros", poema de José Moreno

 

PÁJAROS

Siempre tuve la cabeza llena de pájaros;

azules cuando el mar y el cielo

entonan su baile nupcial,

blancos en la mirada limpia de mi infancia, 

rojos en el sueño utópico de vidas mejores,

verdes adorando al monte en su proverbial pureza,

grises en los días de plenitud lluviosa 

y lágrimas enjugadas, 

amarillos y púrpuras en las tardes de otoño

al son de mis pasos,

negros en la soledad de la muerte,


toda mi vida la cabeza llena de pájaros.


(José Moreno Garrido, 

Un solo cielo)





LA CABEZA LLENA DE PÁJAROS

En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Pepe, conocido por todos por su imaginación desbordante. Pepe siempre decía que tenía la cabeza llena de pájaros, una afirmación que los adultos del pueblo encontraban curiosa y los otros niños, divertida.

"Pepe, ¿cómo es eso de tener pájaros en la cabeza?" le preguntaban sus amigos con risas.

Pepe les explicaba, con su voz tranquila y soñadora, que esos pájaros no eran visibles, pero siempre estaban ahí, cambiando de color según sus emociones y los momentos del día.

Al amanecer, cuando el mar y el cielo entonaban su baile nupcial, los pájaros eran azules, volando en armonía con la brisa matutina. En esos momentos,Pepe se sentía en paz, como si formara parte de esa coreografía celestial.

Durante el día, cuando años despues recordaba su infancia y los días felices de juegos y risas, los pájaros se tornaban blancos. Era como si reviviera la pureza y la inocencia de esos años, llenos de descubrimientos y alegrías.

A veces, en sus sueños de cambiar el mundo y hacerlo un lugar mejor, los pájaros se volvían rojos. Estos pájaros simbolizaban su pasión y su utopía, una visión de vidas mejores y un futuro lleno de esperanza.

Cuando subía al monte y se sentaba en la hierba, adorando la pureza del paisaje, los pájaros se vestían de verde. En esos momentos, Pepe sentía una conexión profunda con la naturaleza, una serenidad que solo los bosques podían ofrecer.

En los días lluviosos, cuando el cielo estaba cubierto de nubes grises y las lágrimas caían de sus ojos, los pájaros se volvían grises también. Eran días de introspección y plenitud, en los que sus emociones se entrelazaban con la melancolía de la lluvia.

Las tardes de otoño, con sus colores cálidos y su aire fresco, llenaban su mente de pájaros amarillos y púrpuras. Caminando al son de sus propios pasos, Pepe sentía que cada hoja caída y cada rayo de sol eran parte de una sinfonía que solo él podía escuchar.

Finalmente, en la soledad de la noche, cuando pensaba en la muerte y la inevitabilidad del final, los pájaros se volvían negros. Eran momentos de reflexión y aceptación, en los que comprendía que la oscuridad también formaba parte de la vida.

Toda su vida, la cabeza de Pepe estuvo llena de pájaros de colores, cada uno representando una parte de su ser y de su existencia. Los años pasaron, y Pepe creció, pero nunca perdió esa capacidad de ver el mundo a través de sus pájaros. Se convirtió en un hombre sabio, conocido por su empatía y su capacidad de entender las emociones de los demás.

Una tarde, ya anciano, se sentó en el mismo monte que tanto amaba de niño. Los pájaros verdes lo rodearon, y mientras contemplaba el horizonte, sonrió. Pepe sabía que su vida había sido rica y plena, gracias a esos pájaros que siempre lo acompañaron.

Y así, con la cabeza llena de pájaros de todos los colores, Pepe cerró los ojos por última vez, dejando atrás un legado de imaginación, amor y comprensión. Su historia se contó en el pueblo durante generaciones, inspirando a muchos a mirar dentro de sí mismos y descubrir sus propios pájaros, aquellos que les llenaban la cabeza y el corazón de colores y sueño

(de la colección de Cuentos y Leyendas de la Torre de Viento)



       José Moreno Garrido














"Abre todas las puertas", poema de Luis Alberto de Cuenca

 


ABRE TODAS LAS PUERTAS


Abre todas las puertas: la que conduce al oro,

la que lleva al poder, la que esconde el misterio

del amor, la que oculta el secreto insondable

de la felicidad, la que te da la vida

para siempre en el gozo de una visión sublime.

Abre todas las puertas sin mostrarte curioso

ni prestar importancia a las manchas de sangre

que salpican los muros de las habitaciones

prohibidas, ni a las joyas que revisten los techos,

ni a los labios que buscan los tuyos en la sombra,

ni a la palabra santa que acecha en los umbrales.

Desesperadamente, civilizadamente,

conteniendo la risa, secándote las lágrimas,

en el borde del mundo, al final del camino,

oyendo cómo silban las balas enemigas

alrededor y cómo cantan los ruiseñores,

no lo dudes, hermano: abre todas las puertas.

Aunque nada haya dentro.


Luis Alberto de Cuenca

(Sin miedo ni esperanza, 2002)

domingo, 16 de junio de 2024

"Las palabras de Buda", `poema de José Emilio Pacheco

 


LAS PALABRAS DE BUDA


Todo el mundo está en llamas: lo visible

arde y el ojo en llamas interroga.

Arde el fuego del odio.

Arde la usura.

Arden el nacimiento y la caída.

Arde el dolor.

El llanto, el sufrimiento

arden también.

La pesadumbre es llama.

Y una hoguera es la angustia

en la que arden

todas las cosas:

Llama,

arden las llamas,

arden las llamas,

mundo y fuego, mira

la hoja al viento, tan triste, de la hoguera.


(José Emilio Pacheco)

martes, 4 de junio de 2024

"La flecha", poema de José Emilio Pacheco












La Flecha 


No importa que la flecha no alcance el blanco

Mejor así.

No capturar ninguna presa.

No hacerle daño a nadie

pues lo importante

es el vuelo la trayectoria el impulso

el tramo de aire recorrido en su ascenso

la oscuridad que desaloja al clavarse

vibrante

en la extensión de la nada


(José Emilio Pacheco)

lunes, 3 de junio de 2024

"Vida", poema de José Hierro

 







Vida 


Después de todo, todo ha sido nada,

a pesar de que un día lo fue todo.

Después de nada, o después de todo

supe que todo no era más que nada.


Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!

Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!

Ahora sé que la nada lo era todo.

y todo era ceniza de la nada.


No queda nada de lo que fue nada.

(Era ilusión lo que creía todo

y que, en definitiva, era la nada.)


Qué más da que la nada fuera nada

si más nada será, después de todo,

después de tanto todo para nada.


(José Hierro)



"Detrás de aquella puerta", poema de Olga Orozco

 











DETRÁS DE AQUELLA PUERTA

En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,

aquella que no abriste

y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de todo tu destino.

Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,

pero tiene el color de la inclemencia

y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso lo imposible.

Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra el oído contra el oído de tu ayer,

acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las cenizas del adiós,

acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del mismo sueño

y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado Ulises.

Es tan sólo un engaño,

una fabulación del viento entre los intersticios de una historia baldía,

refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza la nostalgia.

Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;

no guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo de la ausencia.

No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo

—cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo—

descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un nombre confuso la consigna.

¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,

la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda la partida?

No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,

con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;

no transformes tus otros precarios paraísos en páramos y exilios,

porque también, también serán un día el muro y la añoranza.

Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.

Si consigues pasar,

encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.


(Olga Orozco)


"Los bienaventurados", poema de Francisca Aguirre

 









LOS BIENAVENTURADOS 


[…] ellos poseerán la tierra


Los fieles, los constantes,

los condenados a lo eterno,

los asombrados de una sola vez,

los que solo confían en el miedo,

los que edifican sobre el desengaño,

los cuidadosos que cosechan pasos,

los fareros de la rutina,

los cómplices tenaces del trabajo,

los que se mueren razonablemente,

esos que en tantas ocasiones

desearían con urgencia

que hubiese un dios al que pedir socorro.


(Francisca Aguirre)


sábado, 1 de junio de 2024

"Donde sonó una risa", poema de Rafael Guillén





DONDE SONÓ UNA RISA  


Donde sonó una risa, en el recinto

del aire, en los pasillos transparentes

del aire donde, un día

sonó una risa azul, tal vez dorada,

queda por siempre un hueco, un lienzo triste,

un muro acribillado, un arco roto,

algo como el desgaire de una mano

cansada, como un trozo

de madera podrida en una playa.


Donde saltó la vida y luego nada

echó a rodar, y luego nada, queda

una cama deshecha,

un cuarto clausurado, un portón viejo

en el vacío, algo

como un andén cubierto por la arena;

queda por siempre el hueco

que deja un estampido por el bosque.


De bruces, husmeando, rastreando

unas huellas, tirando

del hilo de un perfume,

penetra el corazón por galerías

que un latido de sangre subterránea

horadó alguna vez y allí quedaron.

Y que allí permanecen con su húmeda

oscuridad de tigres en acecho.

Penetra el corazón a tientas, llama

y su misma llamada lo sepulta.


Donde sonó una risa, una vidriera,

una delgada lámina de espacio

estalló lentamente. Y no es posible

poner de nuevo en orden tanta ruina.


Un nuevo aliento merodea. Llegan

otros sonidos hasta el borde y piden

su momento para existir. Afluyen

nuevas formas de vida

que al final toman cuerpo y se acomodan.

Pero el tiempo ya es otro y el espacio

ya es otro y no es posible

revivir lo que el tiempo desordena.


En la cresta del agua o de la espuma

donde una risa naufragó, ya nada

podrá buscar, hundirse, hallar los restos,

nadie podrá decir: éste es el sitio.

El mar no tiene sitios y sus cimas

son instantes de brillo y se disuelven.


Pero quedan los huecos, queda el tiempo.

El tiempo es un conjunto

de irrellenables huecos sucesivos.

Donde sonó una risa queda un hueco,

un coágulo de nada, una lejana

polvareda que fue,

que ya no está, pero que sigue hablando,

diciendo al alma que, en alguna parte

algo cruzó al galope y se ha perdido.


(Rafael Guillén)


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